jueves, 4 de agosto de 2022

LA IMPORTANCIA DE UN TARTÁN

Verano. Un matrimonio sale de casa a pasar un día fuera. Tres décadas casados y ahí siguen, juntos. Por la mañana van a ver coches. Después comen de picoteo y la tarde la dedican a contemplar vestidos de mujer. ¿Compensación igualitaria? Eso pensarían algunas mentes prejuiciosas. ¿Entretenimiento estándar consumista (o anhelante de un consumo al que no siempre se puede llegar)? Ese podría ser el relato si las visitas se hubieran producido en unas galerías comerciales o un “Mall”, “Arcade” o “Village” que incluyese concesionarios de automóviles y secciones de corte y confección. Pero los relatos, por mucho que la tendencia actual se empeñe, suelen ser falsos. Seré un antiguo, pero no creo en las realidades paralelas a la carta de cada cual. Y es que, por encima de los coches y los vestidos, lo que esta pareja iba buscando era arte y diseño. Menudo conflicto contemporáneo… quizás será mejor dejarlo en diseño hecho arte. Más concretamente: “arquitectura de las cosas”.

Y es que, en ocasiones, los comisarios de las exposiciones se quedan cortos, y el público va más allá y, con un poco de imaginación creativa y otra pizca de conocimiento contextual, se lanza e, irreverentemente, amplifica el hilo conductor de una exhibición complementándola o enriqueciéndola con otra. Así hizo nuestra pareja. Primero se plantó en el Guggenheim de Bilbao (Vizcaya) para disfrutar de “Motion. Autos and Architecture”. Más tarde, después de almorzar, se trasladaron hasta Getaria (Guipúzcoa) para conocer el Cristóbal Balenciaga Museoa. Sobre esta combinación, sobre el arte del diseño del modelado de las cosas (coches y vestidos) o del revestimiento de cuerpos femeninos o motores y chasis, se podría hablar mucho. También sobre sus vinculaciones con la arquitectura o con las artes. Pero es algo que dejaré (o no) para otra ocasión y otro espacio. Hoy, sobre lo que quiero reflexionar es sobre la importancia de un tartán.

El tartán es un diseño. Más allá de una tela de cuadros “escoceses”, es decir, una combinación de colores, cruces, anchura de tramas, etc. Acaba arrojando un resultado visual identificable e identificador. Representativo. Originalmente vinculado a un clan concreto. Cada cual al suyo. Hoy en día, con la globalización de por medio, la antigua, la imperial, la colonial… y la actual, la posmoderna, es más difícil que lo encontremos vinculado a un algo identitario concreto, aunque también hay casos. Nuestro Clan Pagüenzo, sin ir más lejos, es uno de ellos: entidad con tartán de diseño exclusivo ¡Así nos las gastamos!

Pero tampoco quiero dedicar este texto a exponer una mala y corta historia del tartán y su significado. No, lo que pretendo es dar cuenta de algunas pinceladas que el matrimonio aludido se encontró en su doble recorrido expositivo. Para subrayar la importancia de que algún que otro tartán se erigiera protagonista en ambas exposiciones, conviene recordar que la primera, la de los Autos, ha sido el resultado de una idea y dirección protagonizadas por Norman Foster; y que la segunda homenajea la vida y obra de Cristóbal Balenciaga. Ambas, irreprochables figuras de la arquitectura y la alta costura, respectivamente. Y ambas, con carreras profesionales ubicadas temporalmente, principalmente, a lo largo del siglo XX (Foster también en el XXI), aunque, en los dos casos, con incontables demostraciones de innovación y “captura” del futuro.

Pero… ¡al grano! En “Motion” la presencia de Le Corbusier es muy notable. Se alude a él por motivos arquitectónicos varios, y por el favorable impacto que en su visita a la macrofactoría de FIAT en Lingotto produjo. También porque diseñó un modelo de coche utilitario tremendamente futurista para su época. Un diseño que no se llegó a fabricar pero que “dijo” muchas cosas, de modo muy temprano. Lo que sí rodó por las carreteras de la época fue su automóvil de uso personal, que puede ser admirado en la exposición, un Voisin C7 “Lumineuse” de 1925. Parece que tuvo varios de ese mismo modelo y que encontraba un significativo paralelismo estético y conceptual entre su coche y sus edificios, y por eso solía aparcarlo, como posando, cuando fotografiaba sus edificaciones. El coche expuesto es muy interesante de ver. De admirar. En conjunto y al detalle. Y entrando en el terreno de lo segundo, un vistazo a su interior nos descubre que, contrastando con la sobriedad de los metales y el discreto color de la pintura de la carrocería, la tapicería de los asientos es un tartán.

le Coorbusier con su Voisin. (Imagen: Fondation Le Corbusier).

Con Yvonne y el coche. (Imagen: Fondation Le Corbusier).

 
El automóvil del arquitecto expuesto en "Motion". (Imagen: bmwfaq.org).

Si uno se fija en la tapicería de los asientos, el tartán aparece en el coche de Le Corbusier. Su diseño (el del tejido) fue obra de Coco Chanel.

Suele ocurrir que cuando uno visita una exposición que ha despertado su interés, y más tarde echa un vistazo (o varios) a su catálogo, sendos contenidos no siempre casan del todo. Es normal, las exposiciones importantes están vivas. Viajan de aquí para allá, saltan de continente y experimentan incorporaciones temporales contextualizadas en los lugares o países visitados, o incluso mermas provocadas por detalles en los términos de cesión temporal de las obras expuestas. El catálogo de “Motion” es de los que no se ajusta completamente a la exposición en Bilbao. Le faltan detalles y vehículos, pero, a cambio, aporta contenido que no está expuesto. Normalmente, cuando una exposición me entusiasma, adquiero el catálogo, y si no lo han elaborado, lo lamento bastante. Es, en cierto modo, un buen recurso para “llevarte la exhibición a casa”, para poder volver a ella, consultarla, poderla referenciar, etc. En la primera revisión de este catálogo me encontré con un vivo recuerdo de mi infancia y adolescencia. Un recuerdo que no aparece (salvo que a la pareja visitante se le escapara) en toda la exposición. ¡Otro tartán! El de Jackie Stewart. Stewart fue un magnífico piloto de Fórmula 1 que se mantuvo compitiendo a lo largo de la segunda mitad de la década de los sesenta y parte de la primera mitad de la de los setenta. Fue tres veces campeón del mundo, dos veces quedó segundo y otra tercero. Sus mejores resultados los obtuvo a bordo de los bólidos franceses Matra y de los británicos Tyrrell, aunque empezó en la categoría con BRM. Escocés de pro, Jackie lucía una banda de tartán impresa en sus cascos. Ya la mostraba en la época en la que los cascos eran abiertos a la altura de la mandíbula, y siguió haciéndolo con la llegada de los integrales. Ignoro si su tartán era uno específico que simbolizara alguna vinculación concreta. Lo digo porque, recientemente, he visto fotografías suyas de mayor en las que aparece cubierto con una visera de tartán en tonalidades completamente diferentes a las de sus tocados de antaño. En todo caso, dada la fidelidad de JS a la exhibición permanente de un tartán a lo largo de su carrera deportiva y de su posterior presencia pública, y más si tenemos en cuenta que la suya era una época en la que el despliegue de la imagen propia andaba muy lejos en recursos, posibilidades e ideas de la disponibilidad actual, parece lógico pensar que, para él, su tartán era algo importante.

Jackie Stewart a bordo de un Matra, con su casco con tartán. Aunque Matra llegó a desarrollar motores propios de 12 cilindros, aquí va equipado con el eterno Ford Cosworth V8. (Imagen: diecastlegends.com).

 
Anteriormente, Stewart a los mandos de un BRM, ya lucía el tartán, y no solo en el casco, sino también en el tapizado del asiento. (Imagen: elintransnews.com).

"Cockpit" del BRM P261 de Stewart. (Imagen: peerler2007 en flickr).



Aquí aparece ya en su famoso Tyrrell Ford y con casco integral, en 1973. (Imagen: tehbestf1.es).

Años después, con su habitual visera. Es otro diseño de tartán y es fácil encontrarlo con otros distintos. (Imagen: formulapassion.it).

De Balenciaga dicen los analistas expertos de la moda que, entre otras de sus muchas cualidades, estaba la de crear vestidos en un proceder arquitectónico. Un lograr volúmenes, siluetas y adaptaciones por y para cada cuerpo femenino, asegurándose, como principio fundamental, que dicho cuerpo estuviera cómodo y nunca constreñido. ¿Qué cuerpo? Un cuerpo femenino cualquiera y único, el de una mujer, aquella para la que fuese cada vestido. Lo opuesto a trabajar para vestir “el cuerpo femenino” considerado este como una entelequia ideal marcada por unos cánones determinados. No, esto último no iba con Cristóbal Balenciaga.

Aunque los tartanes no fueran precisamente un sello de identidad representativo de sus colecciones, no eludió su utilización en algunos de sus diseños. Uso sin abuso. Y es que otro de sus puntos fuertes (aparte del corte y patronaje, y algunos más) era la búsqueda y selección de tejidos diversos y la valentía con los colores, efectos y texturas. Pero el tartán, imagen textil ya clásica entonces, aparecía en algunas de sus propuestas.

Vestido de Balenciaga en tartán. (Imagen: Cristóbal Balenciaga Museoa).

Pero no es ese moderado empleo del tartán en sus creaciones la causa de su inclusión aquí. No, su presencia viene a colación de un retrato suyo. El creador era un hombre muy celoso de su intimidad y de su privacidad. Su relación con la prensa era muy recatada, comedida y limitada, siendo él quien marcaba la distancia. Aunque hay retratos suyos disponibles, no son tantos. Casi siempre aparece trajeado, impoluto, elegante y sin arrugas. Impecable, bastante clásico, pero sin ostentación. La mayoría de las veces con corbata. En uno de esos retratos, su rostro sugiere que pueda haberse tomado a una edad relativamente temprana, ya con su carrera encaminada, pero aun relativamente joven. El retrato aparece en el documental biográfico que se exhibe en el Museo y que, parece recomendable que sea lo primero a lo que atienda cualquier visitante. En la fotografía, de estudio y profesionalmente cuidada, llama la atención una elegante corbata que tiene la pinta de ser de lana de mohair y que configura un evidente tartán. Ignoro si para Balenciaga “un tartán era importante”, pero el hecho de que se hubiera comprado esa corbata y de que además fuera la elegida para una de sus escasas fotografías personales públicas, sí lo hacen importante para las personas que, como es el caso del referido matrimonio del principio, consideran que un tartán tiene importancia.

 

Retrato de Cristobal Balenciaga con corbata de tartán. (Imagen: alejandro prassel en pinterest).