La de Compass Box es una andadura muy reciente si utilizamos la historia de la elaboración de whisky como marco temporal de referencia. Es una empresa del siglo XXI, pues empezó en el año 2000. Se autodenominan “hacedores de whisky”, cualificación que, sin alcanzar el grado de destiladores, suena más pretenciosa que blenders. Más que una cuestión de orgullo, el considerarse a sí mismos algo más allá de mezcladores tiene su sentido y su explicación. Además de buscar, seleccionar y adquirir partidas concretas de muy diferentes tipos de whisky, elaborados por diversas destilerías, ensayan y estudian recetas propias de mezcla, llevando buena cuenta de las proporciones. Hasta ahí, haciéndolo muy bien o muy mal, con mayor o menor responsabilidad y criterio, no serían más que otro blender más. Sin embargo, en Compass Box se empeñan en otro proceso paralelo aplicado a la madera. Buscan, seleccionan, etc. Maderas para fabricar sus propias barricas. Maderas nuevas y maderas previamente utilizadas. Incluso compran barricas concretas dentro de cada bodega. Después fabrican las suyas propias, dándoles formas por ellos diseñadas, diferenciándolas y, en la medida que la reglamentación de la producción del whisky escocés les permite, combinando diferentes maderas.
Di con Compass Box en 2011. En realidad, no. Con lo que di fue con uno de sus whiskys: The Peat Monster. Con los años, tal es la acumulación de whiskys diferentes que vamos probando en nuestras degustaciones, que a veces parece difícil encontrar otros nuevos. Ahora ya sé que no es así, que siempre quedará margen. En eso, Internet nos facilita mucho las cosas. Pero entonces no resultaba tan asequible dar con tantos productos distintos. Así que me topé con aquel “vatted malt” ahumado y lo probamos. Nos gustó y cumplió con su cometido. De hecho, apenas le prestamos atención a su origen de marca, a Compass Box. Once años después, indagando de nuevo en busca de ejemplares diferentes, di con varios que tenían algo en común: su marca elaboradora. Al ser varios, sí que presté atención a la referencia de Compass Box, y fue cuando indagué realmente sobre su quehacer y funcionamiento. De ahí que este artículo llegue ahora.
Merece la pena una visita virtual atenta y detenida a su “sede”. Es cuando el consumidor puede percatarse de qué es lo que buscan, intentan y proponen, lo cual, a mi juicio, parece muy interesante. Rebuscando por entre sus apartados uno puede acabar encontrando su “ideario”, que pretendo repasar aquí:
“Mezclar es una plataforma para la creatividad”. Es algo con lo que estoy de acuerdo. Si bien siempre prefiero los whiskys single malt, he dado con excelentes ejemplos de vatted malt, es decir, de whiskys mezclados a base de maltas. Teniendo en cuenta ese hecho, las posibilidades de creación y elaboración de un mayor número de whiskys diferentes se multiplica, se hace prácticamente infinita, ofreciendo a los aficionados nuevos campos de búsqueda y disfrute. Ese es, precisamente, el terreno de juego de Compass Box. Su razón de ser.
“Reglas de buen roble”. Tal y como hemos visto antes, más allá de las mezclas, en Compass Box le dan mucha importancia a la madera. Crean también en la fabricación de sus propias barricas, pues consideran que la madera es lo que mayor proporción de carácter y resultado da de entre todo el proceso de elaboración de un whisky. Por eso, una vez realizadas las mezclas, ellos recurren a una nueva maduración en barrica durante periodos que van de entre los 6 meses hasta los 3 años, dependiendo de los casos.
“Buenos whiskys no necesitan declaraciones de edad”. Este es, probablemente, el único de sus principios con el que no estoy de acuerdo. Nuestra experiencia en el Clan Pagüenzo nos ha demostrado que la edad de maduración importa. Que los excesos de edad casi nunca son buenos (en esto estamos pues de acuerdo con el principio aquí declarado), pero que lo contrario, que los whiskys maduren poco, nunca resulta bien. Aunque hay algunos whiskys que con 8 años no están mal y varios de 10 años buenos, una franja aproximada entre los 12 y 18 años es lo que más garantías nos da teniendo en cuenta lo que hemos ido probando. Ya en su día criticamos en estas páginas la tendencia reciente que hay entre bastantes productores, de comercializar nuevas versiones de sus licores con nombres apetecibles y creativos, pero sin declarar la edad. Nuestra sospecha es que pretenden embotellar antes para acelerar la productividad, probablemente presionados por las entidades y grupos de accionistas. Sobre todo, teniendo en cuenta que numerosas destilerías pertenecen ya a grupos de inversión. Eso, además de ser un atentado contra la tradición de la elaboración, afecta muchas veces al producto. Enseguida veremos que uno de los puntos fuertes de Compass Box (conflictivo, pero ante el que me quito el sombrero) es su lucha en favor de la transparencia en la elaboración.
“El whisky debería ser embotellado sin filtrado en frío y con su color natural”. Totalmente de acuerdo. No hay que beber con los ojos, y cuando miramos al whisky, mejor ver la realidad, aunque esta esté desprestigiada últimamente, que el artificio.
“Bebe buen whisky del modo en que te guste. Sin reglas”. Claro, faltaría más. Y lo dice quien lidera a un grupo de puristas que lleva casi treinta años degustando whiskys sin hielo y sin agua, aunque un día, quizás, escriba sobre bombones de licor o un cóctel “clandestino”.
Vamos ahora con ese aplazado asunto de la transparencia. Trasparencia, sostenibilidad, igualdad, etc. Son conceptos que van haciéndose fuertes en la sociedad, obedeciendo a necesidades reales, quimeras, anhelos razonables o no, modas, etc. Normalmente surgen por la necesidad de resolver o paliar los efectos de algún problema generado por el ser humano, pero, van evolucionando en función de intereses partidistas y económicos, manipulaciones ideológicas, manías colectivas, etc. Con la transparencia ocurre eso. Empacha en sus formas, declaraciones y burocracia, pero poco resuelve del oscurantismo de la gestión, gobierno real, acceso a datos prácticos, etc. De muchas entidades que se ajustan a normativas de transparencia. Por poner un ejemplo, los medios de comunicación, adalides de la libertad de prensa y del derecho a la información, se comportan de modo nada transparente a la hora de mostrar las motivaciones de sus contrataciones y ceses, aclarar sus “agendas” de selección de noticias y contenidos, reconocer qué y a quiénes defienden, cómo se financian, etc. Una transparencia real, en mi opinión, ha de partir siempre de una buena educación. En el caso que nos ocupa, de una buena formación de los consumidores, ayudándoles a conocer más sobre los productos, su elaboración, etc. No una información publicitaria y propagandística, sino enseñanza no interesada. Evidentemente, en un entorno comercial, esto se convierte en una utopía. Únicamente encontraremos transparencia educativa en aquellos productores que están muy seguros de que hacen lo que pretenden enseñar. No nos formarán en aquello que no hacen. Así que gran parte de la información aportada son camelos. Ya lo hemos visto con respecto a la edad del whisky: el que cumple lo declara, quienes no lo hacen, es muy posible que se queden cortos en maduración.
Sin embargo, y esto es para mí uno de los puntos más fuertes de Compass Box, llevan años luchando por implantar transparencia a la hora de informar qué whiskys incorporan a sus mezclas. Tal modo de actuar está acarreándoles algunos problemas con respecto a las normativas reguladoras del whisky, que prohíben grados de transparencia muy pormenorizados, pero ellos, entiendo que, con toda coherencia, defienden que el consumidor tiene derecho a saber, con cierta precisión, por qué está pagando y qué está bebiendo. Algunos productores de whisky de malta se están poniendo del lado de Compass Box en este aspecto, pero todavía encuentran mucha resistencia en el sector, tanto por parte de destilerías de malta como de blended. Esta actitud de Compass Box se podría quedar en mera palabrería (como tantas veces ocurre con muchos de los temas de actualidad, y frecuentemente con la transparencia) si no fuera porque la demuestran con hechos. Publican unas fichas de sus whiskys en las que, entre otra información, aparecen unos gráficos con las composiciones porcentuales de sus mezclas. En ellos especifican los porcentajes de whiskys empleados y, si están autorizados a ello, sus destilerías de procedencia. Además (si es que no estoy malinterpretando los gráficos) nos avisan de la edad de cada uno de los “ingredientes”, por medio del número de “capas” de su correspondiente sector. Así pues, nos dan muchísima información, algo que es muy de agradecer y lo dicho: muy formativo.
Dependiendo del whisky concreto, la precisión nominal de lo mezclado es mayor o menor, supongo que en función de los permisos adquiridos para declarar tal o cual procedencia. Pero en todo caso, ya nos va diciendo mucho, y, para quienes hayan probado muchos whiskys con anterioridad, aporta buenas pistas sobre el porqué ese whisky sabe así. Nos ha pasado a nosotros con el ahumado The Peat Monster, sin ir más lejos. Y cuando pasa eso, significa que el cliente está aprendiendo y, por lo tanto, formándose y siendo verdaderamente educado en el consumo. Como he anticipado más arriba, la transparencia completa vendría con la identificación total de todos los ingredientes empleados (lo que creo que no les permiten siempre) y, de paso, con la edad de cada uno de ellos o, al menos, la edad mínima utilizada, esto es, la del más joven de los mezclados, algo que me parece entender que sí están aportando. Así pues, los gráficos de Compass Box, son, de largo, el mayor despliegue informativo (de interés) que hemos encontrado hasta el momento, en casi treinta años de afición degustadora. Nuestra enhorabuena y agradecimiento.
Y del resultado ¿qué? Pues únicamente podemos hablar de dos de sus productos (uno de ellos por partida doble). Ambos son Vatted Malt (hoy en día Blended Malt), es decir, mezcla de whiskys de malta al 100%. The Spice Tree, es un whisky interesante. Tiene bastante complejidad de sabores y un poderío de nivel intermedio. Su composición en edad es de whiskys de 12 años, a excepción de un 9,3% que se queda en 11 años. Así que una edad muy clásica para orígenes igualmente clásicos (Balmenach, Glen Moray y Tomatin). Tiene un color muy vistoso. Bastante brillante y de gama media de oscuridad, tirando más a denso que a pálido. Entre oro, ámbar u oro viejo, según alguna carta de colores con la que lo he comparado. En cuanto a aromas, me resultó difícil de definir. No despliega en esa faceta un gran derroche de sensaciones, se mantiene más bien parco o algo tímido. Lo contrario que en el paladar, donde se muestra atrevido. Es rico. Tiene atisbos de dulzura y, simultáneamente, un amargor que le sigue a la zaga sin descanso intermedio. Un poco más agresivo de lo que me suele gustar para un whisky de sus características, en los que valoro la riqueza de matices y disfruto más cuando su potencia “alcohólica” no se da prisa por taparla.
Composición de The Spice Tree |
En cuanto al The Peat Monster, lo conocimos en 2011 en una versión anterior. Entonces nos pareció un whisky más ahumado que fuerte (que también lo era). Habían conseguido un penetrante aroma ahumado que adelantaba lo que luego sería su sabor. Entonces se componía de tres whiskys de Islay: Ardmore, otro de la costa sur y otro de Port Askaig, mezclados con otro más del Spey (esos datos conservamos en nuestro archivo). Su versión actual ha cambiado bastante. Es “Islay” al 99% y sigue siendo muy ahumado, aunque virando claramente hacia un acabado más “marítimo” o incluso “medicinal”, un resultado “recio” que probablemente interese especialmente al “Club de fans” de ese tipo de whiskys de Islay. Y es que tal resultado parece tener mucho que ver con la composición, con una mayoritaria presencia de diferentes Caol Ila, complementados por un significativo de porcentaje de Laphroaig. Ambos son productores de los que he disfrutado en bastantes ocasiones, pero no mis opciones preferidas dentro de Islay. Soy más de “madera ahumada” que de reminiscencias “marítimas, yodadas, etc.”, pero esto no es más que cuestión de gustos. Probado el The Peat Monster y conocida su composición… ¡me cuadra! ¿Hubiera mejorado con mayor edad participativa en la mezcla? No lo sé, pero pudiera ser que sí. Lo ignoro porque, en esto del whisky, no es nada fácil acertar con las predicciones, pero tengo la impresión de que sí, aunque claro, también hubiera ascendido, seguramente, su precio. Interpreto que en su composición se da un 36% de whisky menor de 10 años, además de un 46 % de 10 años. Eso nos deja únicamente un 4% que supera los 10 años. Es poco, es arriesgado. Y más teniendo en cuenta que parte de ejemplares muy potentes y, si se me permite el calificativo, “agresivos”. No recuerdo el color de la versión anterior, la actual, desde luego, es muy pálida. Algo muy habitual en algunos potentes maltas de Islay. Se agradece en esto la política de la casa de no filtrar ni “colorear”. Mi impresión con este whisky es que resulta muy ahumando en su presentación y en su despedida. Es agradablemente ahumado al olerlo y deja un persistente rumor de paladar y recuerdo gustativo, también claramente ahumado, minutos después de haberlo bebido. Ambas son propiedades muy destacables y logradas. Sin embargo, su disfrute intermedio, siempre bajo mi gusto, no está a la misma altura. En el gusto y sabor no resulta tan ahumado. Sobresalen sabores muy amargos que se alejan de la madera y nos acercan a sustancias más de “botica” o de “marea baja”. Desde mi punto de vista, es un whisky para beber en una única dosis, que además sea corta. Quizás sí que se comporta bien cómo base para cócteles creativos con personalidad, algo a lo que en Compass Box son muy proclives. Seguro que aportan gran personalidad a tales intentos. Pero no soy dado a beber el whisky de ese modo. Tampoco lo he probado con agua o con hielo, porque tampoco es mi estilo.
Composición de The Peat Monster |
Compass Box ofrece muchos más whiskys. Bastantes de oferta habitual y unos cuantos de “colección” o “archivo” a costa de producciones eventuales, algo que puede persuadir a los coleccionistas. En lo que al Clan Pagüenzo interesa, actualmente hay cuatro maltas al 100%. Nos faltan de degustar dos, todo se andará, comprobados los dos anteriores, es probable que nos animemos a por los restantes.