Probé por primera vez este whisky en la degustación con la que iniciamos el Clan Pagüenzo. Aquello fue en 1994. Hace pues, mucho tiempo. Tanto, que no sabía qué contestar respecto a él si alguien me preguntaba. Bueno sí, con calidad suficiente porque de lo contrario me acordaría (de los excepcionales y de los malos uno siempre se suele acordar). Ahora he buscado por los archivos y he encontrado este escueto comentario: “De carácter intermedio. Polivalente, para varias ocasiones”. Mucha información en pocas palabras. Viene a decir que se trataba de un malta de carácter mesurado. Ni de aquellos tan suaves que encuentran fácil acomodo como aperitivos sin necesidad de echar hielo al vaso, ni de los potentes licores que se prestan a ser despachados con calma, lentamente, en tragos pequeños, bien acomodado sobre un sillón, quizás disfrutando del crepitar de una chimenea y con un ambiente exterior invernal. Un whisky que cumple en casi todas las ocasiones que se le pueden suponer a un buen malta. Pero claro, de aquello ya hacía ¡27 años! Y aunque quizás por en medio se me cruzara algún que otro trago de Knockando, no soy muy consciente de ello, por lo que esta oportunidad de “recata” ha sido bienvenida.
Estamos ante un “Single Malt Scotch Whisky” del Speyside. Un ejemplar que conserva una apariencia externa de caja y botella que apenas ha variado en las últimas décadas. Tiene la reputación y el reconocimiento suficiente como para no hacerlo. No parece que ande por ahí pretendiendo seducir a nuevos potenciales yacimientos de clientes. Se ve que se fía de su trayectoria.
En cuanto al aroma, lo encontré bastante suave. Me atrevo a señalar que tímido. Nada agresivo. Poco abierto a encontrar muchos matices, salvo que tu nariz sea de las profesionales o de esas especialmente privilegiadas y sensibles para este tipo de ensayos, lo cual no es mi caso. De todas formas, un aroma francamente agradable. El whisky está libre de amenazas alcohólicas y se hace apetecible casi para cualquier ocasión.
Llegado el momento de probarlo, me resultó bastante dulzón (en sentido positivo) y muy rico de entrada. Generando ganas de repetir trago para jugar a descifrar matices. Aunque pronto se da uno cuenta de que no por mucho repetir se descubren novedades. Esto último no ha de tomarse como un chasco, pues el whisky resulta bastante redondo, en el sentido de equilibrado, completo, sin carencias. Presenta cierta sensación oleaginosa (suelen llamarle untuosa), y se hace muy amargo si te bañas con él toda la boca, recordando, en cierto modo, a alguna cerveza del tipo IPA, que tan de moda se han ido poniendo últimamente. Definitivamente, podemos considerarlo como un whisky sencillo, lo cual no es mala noticia.
Su final, esa especie de permanencia que todo whisky suele dejar una vez bebido, es tirando a largo (¡bien! Es algo que personalmente suelo valorar), pero en un modo muy suave o tenue, característica que también tiene su encanto para determinados momentos. Y suficientemente cálido. De ahí que acabe resultando tan “intermedio o polivalente”.
Tirando a bajo de potencia y nada ahumado, en un primer momento aparenta ser bastante “fácil” de beber. Sin embargo, en mi caso, resulta ideal para un único vaso. Esta es una apreciación que no es fácil de explicar. Sin embargo, es algo que he sentido en las diferentes y separadas ocasiones en las que he probado el whisky de cara a escribir esto: me encanta en los primeros tragos, pero no me apetece seguir bebiéndolo tras unos pocos. Una especie de buen whisky para tomarse “un whisky”, aunque no lo elegiría para tomarme “unos whiskies” en una larga velada. Seguro que los buenos aficionados entenderán lo que trato de explicar y sabrán darle el valor que merece el Knockando, que no es poco.
Knockando es el principal proveedor de whisky de malta para J&B. La destilería se encuentra en una boscosa orilla del río Spey. El nombre quiere decir algo así como pequeña colina negra. En el complejo vivían los hermanos Grant, quienes, según se comenta, inspiraron a Charles Dickens para caracterizar a los hermanos Cheeryble en su novela “Las aventuras de Nicholas Nickleby”. La destilería fue construida en 1898, algo tarde si lo comparamos con los complejos de la mayoría de los grandes productores. Sin embargo, desde una temprana venta en 1904, Knockando ha permanecido en las mismas manos. La destilería está parcialmente rodeada por un pequeño pueblo que fue fundado como hogar para sus trabajadores. He leído por ahí que fue la primera destilería en contar con suministro eléctrico. Años después, también disfrutó de línea de ferrocarril. Celosos y seguros de su calidad, es muy raro encontrarlo embotellado en manos independientes. El whisky sirve para producir blendeds de las marcas propias de la empresa madre de la que forma parte, o como whisky de malta propio. Hasta hace pocos años no determinaban su edad, embotellaban el destilado (y sin colorearlo con “caramelo” añadido) cuando consideraban que estaba en su punto de maduración. A cambio, en la botella aparecía, claramente expuesta, la fecha de destilación. Pero ese proceder ha cambiado recientemente, ya no mantienen la costumbre, como en el caso del 12 años que me ha servido de recuerdo en esta ocasión.
La famosa guía Jackson, al menos hace algunos años, daba, a diferentes ejemplares de distintas añadas, puntuaciones de entre 75 y 79 puntos sobre 100. Lo cual está bastante bien. Por lo general, las guías publicadas lo consideran como un malta ligero y nada ahumado, algo con lo que coincido. Sin duda agradable y cumplidor y, probablemente, una buena opción con la que iniciar a los amigos en el maravilloso mundo del whisky de malta.