XXIX DEGUSTACIÓN
Nos acercamos a los treinta años de vida del Clan Pagüenzo y las degustaciones anuales se siguen sucediendo. Unas veces con más afluencia de participantes que otras, pero siempre con un amplio número de habituales. En el 2022 nos reunimos en uno de nuestros lugares clásicos: la casona de la familia Sánchez Yncera en Galizano. Prado recién segado, chimenea tirando sin titubeos y una gran mesa dispuesta, con dimensiones suficientes como para facilitar que todos (diecisiete esta vez) nos pudiéramos ver bien las caras durante la cena. Aquella casa es un escenario ideal para este tipo de celebraciones porque presenta un aspecto rústico y noble a la vez. Casi de aristocracia rural de las de antaño. Construida en épocas no especulativas, sus pasillos y su escalera principal ofrecen tal anchura que permiten tertulias espontáneas en mitad, o que te saludes con dignidad, “casi de lejos”, con quién te cruzas. Nada de tener que ceder el paso o arrinconarse para dejar pasar. Y el salón principal es tan amplio que recibe con generosidad a una multitud respetable.
Como viene siendo habitual en nuestras reuniones de degustación, la velada constó de cuatro “momentos” o fases. Tras los saludos de bienvenida y reencuentro, una vez todos allí, procedimos a degustar el primer whisky de la noche como aperitivo. Había cierta curiosidad ante aquel primer ejemplar, Tomatin Legacy, teniendo en cuenta que dicho whisky había sido galardonado como ¡mejor whisky del mundo en el año 2022!. La verdad es que tal galardón nos pareció merecido pues el Tomatin nos encantó a todos. Nos pareció excepcional. Rico, amable y suave. Todo ello sin perder interés de aromas ni sabores. En varias ocasiones el clan ha tenido la oportunidad de comparar sus veredictos con otros ajenos, o con algunos datos relativamente objetivos y, comportándose como un grupo absolutamente independiente, va demostrándose a sí mismo que tiene criterio para esto del whisky y que no se deja embaucar por valoraciones ajenas. En este caso, lo dicho: premio merecido, el whisky nos pareció una maravilla.
Después nos sentamos a cenar. Patatas con costilla, vitello tonato (cuya salsa fue notablemente apreciada), empanada, macedonia de frutas, “corte” helado de crocanti y café. Los quesos variados los dejamos listos para poder picar algo durante el resto de la noche, por cierto que uno de ellos, en cuestión quesera, triunfó casi tanto como el Tomatin entre los whiskys. Hubo vino tinto o blanco para acompañar la cena. Mucha animación y alternancia de conversación grupal con otras más reducidas por diferentes sectores de la gran mesa.
De sobremesa probamos el The Spice Tree (“nuevo”) de Compass Box. Está empresa se esmera en hacerse un hueco importante en el mundo del whisky selecto para entendidos. Hace muchas cosas bien. Algún día quizás escribamos algo sobre ella. Sus productos son interesantes y merecen la pena, aunque en nuestra opinión quedan por detrás de los mejores single malt habituales, sea cual sea el tipo de whisky buscado: suave, complejo, ahumado, etc. Este resultó interesante y no disgustó, su problema principal es que el Tomatin estaba demasiado reciente en el recuerdo de todos.
El “tercer acto” fue diferente esta vez. Se dio la circunstancia de que uno de los asistentes había conseguido un estuche del blended Royal Salute 21 años Signature Blend. Una especie de joya conmemorativa (la botella lo es) que Chivas lanzó al mercado en 1953 para celebrar la coronación de la Reina de Inglaterra. Teniendo en cuenta que recientemente la monarca había fallecido después de un extraordinariamente prolongado reinado, decidimos representar una especie homenaje formal. Sonaron dos breves versiones de “God sabe the Queen” separadas por las veintiún salvas del “saludo real”. La primera clásica, la segunda interpretada “eléctricamente” por Queen. Inmediatamente después probamos el whisky, que no es precisamente barato, y que sirvió para confirmarnos, una vez más, que en el clan somos de maltas. El licor está cuidado y no dudamos del esmero puesto en su elaboración, la selección de sus porcentajes de mezcla y las prolongadas maduraciones integradas. Sin embargo, había algo en su degustación que no acababa de convencernos. Quizás nos pase un poco como a los escoceses con respecto a los ingleses. Los primeros son más de malta, mientras que los segundos de blended; a los del norte no les hace gracia la soberanía real ni inglesa, al contrario que a los del sur, quienes, por lo general, parecen orgullosos y devotos de ambas. No sé si algo tendrá que ver con todo esto, pero el estuche en cuestión me había llegado por mensajería unas semanas antes. Me lo dejaron a la puerta de casa en el jardín, afortunadamente muy bien embalado ¡Menos mal! Porque Macallan (uno de nuestros perros), quizás haciendo honor a su nombre, tan escocés y “maltista”, decidió echarle una meada al paquete. En nuestro caso, cerramos el capítulo real pinchando el “God save the Queen” de los Sex Pistols. Toda una irreverencia que, por otro lado, como recuerdo cultural del nacimiento del punk, también encajaba como una muestra más de la enorme cantidad de sucesos y cambios sociales vividos por Gran Bretaña y su entorno europeo a lo largo del reinado de Isabel II.
Abandonada la mesa durante el “Royal Salute”, acometimos el resto de la velada en disposición informal, con cambios de agrupamientos y compañía, tomando asiento en sofás y butacones rústicos alrededor de la gran chimenea. Llegaba el momento de abrir y servir el whisky más potente de la jornada. El nombre lo anticipaba: “The Peat Monster”. Una versión muy modificada con respecto al whisky del mismo nombre que probamos en 2011. Ahumado lo era ¡mucho!. Fuerte también. Pero elegante, redondo y/o cautivador no, o no tanto. Sin señalar, ni decir nombres, que está feo, anda bastante alejado del placer que nos proporciona nuestro ahumado favorito.
La gente acabó muy contenta con la fiesta. Un año más, y ya casi son tres décadas, disfrutamos de la reunión y de los whiskys elegidos. Las posibilidades no se agotan, muchas destilerías lanzan propuestas diferenciadas diversificando su producto. Algunas de ellas (no todas) muy acertadas. Empresas como Compass Box amplían la oferta mediante recetas mezcladas, más territorio por explorar. El entorno japonés, que tenemos muy olvidado, sigue creciendo, aunque sus precios no invitan a arriesgarse a probar productos que luego puedan no alcanzar la calidad de las destilerías escocesas consagradas. En cualquier caso, seguimos ahí, en la brecha, alzando los vasos para olfatear el whisky, admirar su brillo y color, y paladearlo con interés y disfrute.
Un logro simbólico que nos ha dejado esta degustación es que, en cifras oficiales, finalizada la misma ¡hemos alcanzado los 125 whiskys diferentes degustados! No está nada mal. Se dice pronto, pero alcanzar tal cifra lleva su tiempo y demuestra una sincera afición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario